Querida comunidad de la Escuela del Magisterio:
Como cada 24 de marzo desde la recuperación de la democracia, recordamos qué pasó durante la última dictadura cívico-militar y conmemoramos a las víctimas del Terrorismo de Estado en la Argentina. Esta vez, este “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia” nos encuentra en una situación especial en la que ni las escuelas ni las calles podrán ser espacio para el encuentro físico, el abrazo y la compañía. Sin embargo, la memoria colectiva se construye de múltiples maneras y tal vez este momento de tanta angustia e incertidumbre nos permita también cierto tiempo y silencio para pensarnos como eso que somos y nos define: comunidad. Y una comunidad se construye con todos y para todos, y una comunidad sin verdad y sin justicia es una comunidad herida, rota, quebrada.
La dictadura cívico-militar que tuvo lugar entre 1976 y 1983 fue el desenlace nefasto de un ciclo que había comenzado ya en 1930. Ese ciclo de dictaduras parte de la base de una apropiación del “nosotros”: cuando nos adueñamos o creemos ser los representantes de esa comunidad que somos, el paso siguiente es la eliminación del otro, del que piensa diferente, del que no comparte mis ideales u horizontes políticos. Sólo sobre la base de que “nosotros” somos los “verdaderos” argentinos, y los “otros” deben ser literalmente eliminados, fue posible la apropiación de las instituciones del Estado por medios criminales.
El primer crimen consistió precisamente en esa apropiación. Luego, en la imposición de las “verdades” de ese grupo: la censura a periodistas, intelectuales, escritores y profesores apuntaba a ese objetivo. Junto con la censura, la apropiación de las mentes y las ideas, el doblegamiento de los cuerpos mediante un sistema clandestino: detención, tortura y desaparición. Finalmente, el intento de la racionalización, justificación o minimización: el “algo habrán hecho”, “no fueron 30000”, son frases que lamentablemente aún hoy -cada vez con menos fuerza, por cierto- se escuchan en algunos lugares.
Pero el dolor, las heridas y la muerte han sabido florecer como proceso de aprendizaje donde el olvido no tiene lugar. Eso es la memoria colectiva. Esa es la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de H.I.J.O.S. y de tantas organizaciones de Derechos Humanos. Hemos aprendido a decir “Nunca más”, hemos aprendido que sólo podemos ser comunidad sobre la base del respeto a los derechos fundamentales de cada uno (también del que no piensa como nosotros); hemos aprendido que ser comunidad significa vivir en democracia, y esto es, que todos y cada uno de nosotros somos parte de un destino común y que no hay destino común sin “otro”.
Este 24 de marzo los organismos de Derechos Humanos nos invitan especialmente a realizar un “pañuelazo blanco”, colocando en nuestras ventanas, balcones, redes sociales, pañuelos blancos como símbolo de la lucha y el amor inclaudicable para seguir construyendo nuestra memoria colectiva, siempre basada en la búsqueda de la verdad y la justicia.
Por último, existe una enorme variedad de material, documental, fílmico, testimonial o literario para trabajar y conversar en casa sobre esta fecha, pero en esta ocasión quisiera recomendar especialmente el documental “A la sombra del Aconcagua. Historia del Terrorismo de Estado en Mendoza”, dirigido por Rodrigo Sepúlveda, que pueden encontrar en el siguiente enlace: http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8690/7503?temporada=1&fbclid=IwAR1amC-Hh9ZeJdANqIb4Yl_Az8p7iT9JGpEAoORW4jmv4Vx8QYhYus3n2dM
Atentamente,
Gonzalo Scivoletto
Profesor de Formación Ética y Ciudadana