La comunidad educativa de la escuela 1-407 Jorge A. Calle, ubicada en Guaymallén, trabajó durante todo el mes de abril con sus estudiantes una serie de propuestas destinadas a fortalecer la lectura en voz alta.
Como cierre de esta actividad, las autoridades educativas invitaron al ex alumno Tomás Balmaceda, que en la actualidad estudia en la Escuela del Magisterio y que fue ganador provincial de la beca “Dr. Adolfo Calle” 2024, para que compartiera su producción literaria con todos los alumnos, docentes, profesores y padres que se encontraban presentes. Actualmente, tiene 13 años y cursa primer año en el Magisterio
Tomás Balmaceda Carrizo, cursó 7mo grado en la escuela Calle. Antes de leer su relato, el estudiante dedicó unas palabras de mucha emoción y agradeció la invitación, y el orgullo que siente no solo por haber sido premiado, sino por el apoyo y el acompañamiento que recibió por parte de su docente de lengua, Gisela Toledano, y de todo el equipo directivo.
Tomás expresó «quiero decirle a los chicos que esta es una gran escuela que la disfruten porque es muy hermosa, porque se llevan aprendizajes muy valiosos y los profesores son muy importantes, siempre recibirán su apoyo y las puertas siempre estarán abiertas para ustedes».
Además expresó, «participar de este certamen para mí fue muy importante porque en todo el tiempo de preparación pude mejorar, aprender a redactar, tener el apoyo incondicional de mi familia que también fue fundamental para lograr mi objetivo. Esta experiencia me deja una gran enseñanza para la vida y para saber que podemos cumplir nuestros objetivos cuando tenemos una meta clara y el acompañamiento necesario».
La directora de la institución, Mariana Ponce, contó que «el año pasado se trabajó en un proceso institucional para mejorar el proyecto de escritura áulica en la escuela, desde ese momento se cumplieron todos los pasos para que Tomás junto a otros alumnos pudieran participar de la beca. De esta manera, el exalumno presenta su escrito y se convierte en el ganador provincial de la beca, lo cual significa un gran orgullo para nosotros como institución».
Además agregó «quienes estamos trabajando en el aula podemos observar que esta producción literaria es producto de la perseverancia, del interés demostrado para aprender y escuchar y volver a empezar las veces que sean necesarias. Esto es reflejo de la capacidad, en este caso de Tomás, que hoy nos demuestra que con su esfuerzo y entusiasmo se pueden lograr grandes resultados».
Por su parte, la supervisora de la Sección N°9 , Liliana Marsilla también felicitó al alumno egresado de la institución y expresó «en primer lugar quiero agradecer a todo el equipo directivo y docente de la escuela porque siempre se destaca en cada objetivo que se proponen. También felicitar a Tomás por su compromiso, por acercarse a la escuela para compartir su experiencia, y esto da cuenta que de las escuelas de gestión estatal también se obtienen logros importantes. Por eso, disfruten de la escuela, saquen su mayor beneficio, sepan que cada profesional de la educación esta aquí para enseñar y acompañar a lo largo de estos 7 años y esperamos contar con mas Tomás entre los alumnos que hoy se encuentran en la escuela».
La Lectura en Voz Alta de la mano de sus protagonistas
En el marco de esta actividad que se realizó durante todo el mes de abril, hoy los alumnos desde primer grado a séptimo, junto a sus docentes también expusieron sus producciones literarias a través de la fluidez, la velocidad y la enunciación. Otros alumnos participaron con novelas, leyendas y cuentos fantásticos. Los chicos de tercer grado lo hicieron a través de adivinanzas y los más pequeños utilizaron soporte gráfico para contar historias.
Beca “Dr. Adolfo Calle” 2024: ¡Un premio al esfuerzo!
El pasado 16 de marzo, más de 30 chicos rindieron, en el Colegio Agustín Álvarez, el examen de la 70ª edición de esta beca que premia la aptitud literaria. Fue creada en memoria del fundador del diario Los andes y lleva su nombre: «Dr. Adolfo Calle». Se otorga una beca por año a los alumnos de 7mo grado de la provincia de Mendoza, que será válida mientras los alumnos cursen la escuela secundaria.
Este año, los evaluadores concluyeron que la producción ganadora se distinguió por su manejo narrativo, elección de palabras y creación de imágenes sensoriales.
El Texto de Tomás «Con sus manos de barro»
Era una calurosa tarde de verano. Manuel y sus amigos se dirigían a su querida cancha, un lugar donde tenían grandes recuerdos. El problema surgió cuando, al llegar, se encontraron con un grupo de niños mayores que ellos y decidieron acercarse a hablar:
– ¡Ey, chicos! Esta cancha nos pertenece –exclamó Manuel-.
– Nosotros llegamos primero –dijo uno de los chicos-.
Sus amigos se resignaron y estaban por irse pero Manuel, que pensaba en lo injusto de la situación, dijo:
– Esperen. Nosotros vinimos a jugar. ¿Por qué nos tenemos que ir?
Sus amigos mostraron entusiasmo con esas palabras y tomaron una decisión: Jugar un partido de fútbol contra los otros chicos. Ellos aceptaron pero, para demostrar que eran superiores, decidieron agregarle un plus al partido:
– El equipo que gana se queda en la cancha. El que pierde, no podrá volver aquí -dijeron-.
Lejos de sentirse intimidados, Manuel y sus amigos aceptaron y se prepararon para jugar. El partido comenzó y en el aire veraniego se percibía un sentimiento único de estos partidos. Por un lado, estaba el miedo a perder. Por otro lado, la sensación de que la victoria era posible.
Los chicos acordaron que el partido se jugaría hasta que la luz de la calle se encendiera por lo que, además de las sensaciones y las emociones, debían luchar contra el calor de aquella tarde. El equipo de Manuel y sus amigos se nutrió del contexto y empezaron a jugar el partido de su vida, como si fuera el último juntos o como si se jugara algo más que una cancha.
A Manuel, desde chico, le había gustado una posición muy difícil. Le gustaba atajar y, entre todos sus amigos, solo él sabía hacerlo de gran manera. El partido seguía muy peleado. Aunque no lo notaran, los chicos estaban sufriendo bajo el sol. El equipo de Manuel estaba ganando.
De repente, el sol comenzó a bajar, lo que significaba que el final del partido se estaba acercando. Como la pelota recorría aire, tierra y, en algunos momentos, agua, los chicos se ensuciaban cada vez más en el transcurso del partido, y Manuel no era la excepción. Sus manos, libres de guantes, estaban cubiertas de barro y su fuerte olor, aunque no le dio importancia. El sol seguía cayendo y, por ende, estaba anocheciendo.
El equipo de Manuel seguía ganando y tenían la presión de cuidar el resultado parcial. No parecía difícil pero el fútbol es impredecible y, en una de las últimas jugadas del partido, el equipo rival consiguió un penal a favor que podía empatar el encuentro. Entre la alegría de unos y la furia y el miedo de otros, el foco se prendió. Todos reclamaban que el penal no debía patearse según lo acordado, pero con tintes de fútbol profesional, decidieron que debía patearse y, en caso de que acabara en gol, el partido continuaría.
En ese momento, Manuel se encontraba solo. El resultado dependía de él y lo sabía. La sensación que recorría su cuerpo era de confianza. Su instinto le decía que él era capaz de atajarlo. Enfrente estaba su rival, casi con la misma pasión que Manuel, decidido a meter ese gol.
El momento llegó, el chico pateó y Manuel voló. En su cabeza pasaban miles de pensamientos. Cerró los ojos y al caer sintió, sobre sus manos de barro, la pelota. Tenía que ser Manuel, con sus manos de barro, él era el responsable de que el partido se jugara y sus amigos, que lo habían acompañado en su iniciativa, también sentían lo mismo.
El equipo se fundió en un abrazo inolvidable, como aquel partido. Sus rivales se fueron y ese verano se vivió distinto porque cada partido, en esa cancha, se jugaba como el partido de la vida.