Quienes habitaron las aulas de la Escuela del Magisterio aseguran que no lo olvidarán jamás, porque la institución se convirtió en parte fundamental de sus vidas. Elena Julia Ávalos, estudiante y profesora del Magisterio, así lo siente y por ello fue convocada para hablar de sus recuerdos, de las marcas que este lugar le dejó.
Una vez más, los y las protagonistas del Magisterio eligen recordar aquellos momentos felices vividos en la adolescencia y en su vida profesional, reconociendo el impacto que tuvo y tiene en el devenir cotidiano, aquello que ocurre puertas afueras del edificio ubicado en la calle Belgrano.
El impulso de los cambios
Para empezar, Elena Ávalos recordó su paso como estudiante. “A los 12 años rendí un examen de ingreso a la Escuela Superior del Magisterio”, dice agregando que tenía mucho miedo. Luego de ingresar, cuenta, convivió con un hermoso grupo de compañeras con las que ganaron el premio Skippy que se otorgaba al curso de promedio más alto del país.
“Tuve la suerte de ser conducida por extraordinarios profesores y como directora una gran docente, la Dra. Carmen Vera Arenas. Ella impulsó un cambio que fue la creación de espacios curriculares que elegíamos, llamados primero "clubes" y luego "materias coprogramáticas". Yo elegí teatro, que me encantaba, y también el fantástico coro femenino que creó y dirigía el maestro José Felipe Vallesi”, mencionó.
Así, obtuvo su título de Maestra Normal Superior y de Bachiller Nacional. Posteriormente, luego de cinco años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uncuyo, regresó a la Escuela como profesora de Literatura.
“Por 36 años lo ejercí en el Magisterio, pasando por varios edificios hasta llegar al actual en 1976, y por varios planes de estudio. Gracias a la formación recibida pudimos adaptarnos a cada variación curricular. ¿Cuántas materias dicté? Más de 14 entre las tradicionales y las nuevas. ¿Y alumnos? Centenares. Y, por si fuera poco, fui Vicedirectora por cuatro años”, destacó.
Cerca, como en casa
En 2008 llegó la jubilación de Elena, pero reconoce que nunca se apartó totalmente de la institución. De hecho, participó cada vez que pudo en diferentes actividades.
“Desde 2013 tengo la enorme fortuna de mantenerme ligada a mi casa, mi lugar, porque soy parte del Coral Féminas, grupo coral formado por mujeres que en nuestra adolescencia pasamos por las queridas aulas magisteriles”, reconoce.
Para terminar, indica que la Escuela sigue siendo una parte importante de su vida. “Es el lugar donde todos los rostros son familiares. Gracias a la vida por eso”, terminó.