“Si quiero que mi hijo se maneje de una manera ética en los espacios digitales, tengo que manejarme yo de una manera ética” destacó María Zysman, durante el diálogo online que tuvo con familiares y personas allegadas a quienes cursan el nivel secundario en la Universidad Nacional de Cuyo. Esta charla que dio la profesional está disponible en video y se enmarcó en el Programa de Formación Complementaria For+, una iniciativa de la Casa de Estudios para que puedan acceder a propuestas de formación extracurriculares mediante plataformas virtuales o espacios especialmente diseñados para ese fin.
La bienvenida estuvo a cargo de Mariela Meljin, directora de Educación a Distancia e Innovación Educativa (EAD), quien explicó que el For+ incluirá ciclos formativos que abordarán temáticas transversales que respondan a los intereses generacionales y que constituyen alternativas a los contenidos curriculares y a los formatos tradicionales. En ese contexto, hizo referencia al curso que están dando denominado “¿Qué hacemos para frenar el ciberacoso?” y convocó a las y los estudiantes a sumarse a nuevos grupos.
A su turno, María Ana Barrozo, responsable de la Dirección General de Educación Secundaria de la Universidad (DIGES), dijo que la propuesta surgió de mirar mucho a los estudiantes y de siempre atender a sus demandas y expectativas. Y que tiene el objetivo de complementar la formación básica, formar ciudadanos responsables y trabajar en la adquisición de capacidades, destacándose las sociales y emocionales. "De allí que las actividades realizadas en el marco de este Programa serán certificadas", informó Barrozo.
La charla
Al inicio de la conversación María Zysman hizo una distinción entre conceptos porque entiende que se ha generado una especie de invasión mediática de ciertas palabras que llenan de temor e inquietud a las familias. Sobre esa base detalló que el bullying es una forma de violencia que se puede dar entre pares en edad escolar, en cualquier institución en la cual los niños, niñas y adolescentes deben concurrir con obligación, entonces deben aprender a convivir. Este fenómeno, especificó, tiene características muy particulares: “No consiste simplemente en una agresión ocasional, un apodo o una burla que puede ser muy dolorosa. Se da cuando se dirige siempre al mismo sujeto, que no puede responder, es de manera reiterada, sostenida e intencional”.
Asimismo destacó que para que haya bullying necesariamente tiene que haber público: “Debe haber alguien que lo ejerce, alguien que lo recibe y un público importante de espectadores que sostienen esa humillación con risas o aplausos”, sostuvo. Y agregó: “Sebido a que hablamos de niñas, niños y adolescentes tenemos que necesariamente pensar en las familias, en los docentes, en los entrenadores y en los vecinos que hacen a las comunidades donde los chicos se desarrollan”.
También reflexionó acerca de la respuesta que deben dar los adultos en estas ocasiones y manifestó que: ”Muchas veces los chicos y chicas en situaciones de humillación o malestar prefieren que no hagamos lío. Ese lío consiste en, por ejemplo, llamar a los padres del otro chico, ir a la puerta del colegio y pelearse con el docente, exponer lo que le pasa al hijo en los espacios digitales, retarlo, considerar que él es el responsable de que estas cosas pasen, que tiene que aprender a pegar o a defenderse”.
Al respecto subrayó que todas estas situaciones sólo consiguen que las y los chicos dejen de contar lo que les pasa ya que, por una parte, no sienten que los vayan a ayudar y que, además, incrementan el sufrimiento: “Debemos enseñarles a que puedan pedirnos ayuda sin estar permanentemente pidiéndoles que delaten. Debemos correr de nuestro inventario la pregunta sobre “quién fue”, porque si nosotros les preguntamos quién es el que lo hace, lo más probable es que los chicos no quieran arriesgarse a estar en ese lugar”, propuso la profesional.
En contrapartida, instó a padres, madres y demás participantes a revisar la manera de enseñarles a ser solidarios, justos y empáticos pero con herramientas concretas, garantizándoles que si piden ayuda no se les pedirá delación. Y que sí se les debe pedir que digan quién es el que la está pasando mal y quiénes son los que de alguna manera participan estando presentes.
Luego aclaró que es importante enseñarles a que si ven que un compañero está sufriendo dejen de reírse, retiren su presencia y abandonen o silencien los grupos en los que hostigan o se maltratan a un compañero.
Conductas de humillación en el plano digital
“La tecnología es maravillosa, gracias a ella estamos acá. Nos acerca en muchísimas oportunidades, nos permite conocer, nos permite entretenernos, distraernos, aprender, estudiar cantidad de cosas pero mal usada puede ser un arma sumamente peligrosa”, afirmó Zysman. Sin embargo aseguró que las conductas de humillación también pueden tener lugar en el plano digital: la web en general, un video en Youtube, un sticker en WhatsApp o a las redes sociales.
“El ciberacoso es una cosa; el ciberbullying es otra; y el grooming es otra”, enfatizó y precisó: “en algunos casos hablamos de delitos mientras que, en otros, no”, distinguió.
Según explicó, cuando el bullying se da en espacios digitales se arman grupos de WhatsApp, páginas secretas, se modifican fotos de compañeros y se suben fuera de contexto, se comparten diálogos o charlas privadas en espacios públicos de un grupo de compañeras y compañeros de escuela. “Estamos hablando de ciberbullying que apunta a exponer, humillar y degradar, en un espacio digital. Este fenómeno tiene un impacto mayor ya que multiplica la humillación”, confirmó la expositora.
Por otra parte, describió que están aquellas situaciones en las cuales hay un adulto que, disfrazado o no de niño o adolescente, busca establecer un contacto para a partir de allí, obtener material de tipo sexual y cometer otros delitos. Sería el caso del grooming.
En tanto que el ciberacoso se produce cuando alguien persigue a otra persona, se mete en sus espacios, le envía contenidos, fotos que no pidió, y la amenaza con compartir toda esa información.
Para Zysman, es necesario que los adultos enseñen a construir a las chicas y los chicos una conciencia moral que debe empezar por el mundo adulto: “Si quiero que mi hijo se maneje de una manera ética en los espacios digitales, tengo que manejarme yo de una manera ética. Una manera ética implica, supone e incluye que no podemos exponer la vida de nuestros hijos desde que nos enteramos de que llegaron al mundo en todas nuestras redes sociales”, dijo la especialista y aclaró: “Si hacemos pública la intimidad de nuestros hijos o nuestras hijas, ellos y ellas mismas no sabrán diferenciar qué material es privado y qué material es público”.
Nada es privado en las redes sociales
En lo vinculado a la privacidad en redes, la experta María Zysman resaltó que es imposible tener todo controlado en la vida digital de los hijos: “Podemos tener mecanismos de control parental que nos van a avisar de muchas cosas; podemos ver dónde entró, dónde no entró o qué buscó, siempre si lo instalamos en los dispositivos que tenemos en casa”. Aun así, advirtió que los chicos pasan mucho más tiempo en otros espacios que en esos dispositivos con control parental y que allí ellos se sienten absolutamente desamparados.
E insistió en la necesidad de enseñarles a recurrir a un adulto frente situaciones de miedo, vergüenza o asco: “Ocultarlo por el miedo al castigo de los padres y la sensación de que todo lo tienen que resolver solos, hace que se muestren mucho más vulnerables a la gente mala que hay detrás de los teclados”, puntualizó.
Para finalizar, subrayó que “la tecnología es genial”, pero en los espacios digitales hay riesgos que se pueden clasificar en tres áreas: una es la de los contenidos que los chicos miran; otra, el vínculo con personas que los chicos pueden tener; y otra, el tiempo que pasan conectados. Y aclaró que más que en el tiempo, la preocupación debería recaer en la variedad y los sitios que visitan.